Hoy he leído unas declaraciones de Miguel Ángel Revilla, presidente de Cantabria, en las que decía: "Tenemos la peor clase política que he conocido" y no puedo estar más de acuerdo, aunque creo que lo decía por todos los demás políticos y yo lo digo por él.
En la fotografía que ilustra esta entrada está el Faro de Ajo, una construcción preciosa en medio de un paisaje sobrecogedor. El mar cantábrico a un lado, siempre bravo, golpeando los acantilados, al otro praderas verdes cuajadas de flores y con vacas pastando tranquilas e ignorantes de la clase política a la que pertenece el Sr. Revilla. Todo esto en un entorno cuidado y conservado para el disfrute del paseante, del turista o de cualquier persona del pueblo de Ajo.
Pero si te ha gustado la fotografía, no pienses en ir y repetir las sensaciones que describo, el Sr. Revilla, en un alarde de imaginación y clarividencia, probablemente debidas a la hipertensión por exceso de la sal asociada a la ingesta compulsiva de anchoas de Santoña, decidió, de "motu propio", y con la colaboración, previo pago de varios miles de euros de las arcas públicas a un artista local, pintarrajear el faro con multitud de colorines y dibujos infantiles "para darle un valor añadido" y que fueran más turistas a hacerse el correspondiente selfie.
Y, ciertamente, creo que han debido ir un montón de turistas a ver el atentado al patrimonio cultural... El quid de la cuestión es si todo vale para conseguir ese fin... porque si la respuesta es que sí, esperemos que al Sr. Revilla no le de la legislatura para más ocurrencias maravillosas, que en Cantabria está Altamira y seguro que encuentra otro artista local (o, ya puestos, el mismo que ha destrozado el faro) para añadir efectos fosforescentes a la Gran Sala de los Bisontes.
Como decía otro político: "¡Manda huevos, qué tropa!"
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